Ayer fui a comprar cigarrillos, compré una bolsa de 20, le di al dueño 50, me devolvió 40, yo actué como si no supiera, lo guardé en el bolsillo y me fui. No caminé mucho cuando el dueño me gritó: ¡no has recogido tus cigarrillos! Lloré de emoción, saqué diez pesos y le dije al dueño: me devolviste diez pesos de más. El dueño también lloró de emoción: joven, trae los cigarrillos, te cambiaré por una bolsa. Al fumar el cigarrillo nuevo que me dio el dueño, ese sabor puro me conmovió nuevamente: ¡dueño, trae ese billete de 50 que te di, déjame cambiarlo! El dueño, al recibir el billete de 50, ta
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