El crecimiento explosivo del ecosistema de cierta blockchain en esencia demuestra una cosa: si eliminas las barreras de entrada, el mercado llega solo. Si recordamos los primeros días de las criptomonedas, los únicos que podían participar eran los grandes expertos técnicos o los que tenían el bolsillo bien lleno. Lo que ha hecho esta cadena es simple y directo: los costes de transacción son prácticamente insignificantes. Esto ha metido de golpe a todo el mundo en el juego. Ahora, si miramos este ecosistema, ya no es aquel salvaje oeste de protocolos copiados y pegados.

Lo que los desarrolladores crean aquí no podría sobrevivir en esas cadenas absurdamente caras. ¿Micropagos para creadores de contenido? Hay. ¿Mercado descentralizado de energía? También está en marcha. ¿Juegos de alta frecuencia de trading? Hay un montón de gente enganchada. Todos estos casos de uso conviven, se retroalimentan y generan una especie de reacción química. Con la integración de BitTorrent Chain, la liquidez entre cadenas se ha desbloqueado por completo: este ecosistema ya no es una isla, sino el epicentro que conecta todo el universo Web3.

¿Cómo es una economía digital madura? Así: diversa, interconectada, con una actividad que no para de crecer. Para el usuario común, esto significa oportunidades por todas partes para ganar dinero, entretenerse y socializar. ¿Para el inversor? El efecto red se fortalece como una bola de nieve: la liquidez se acumula, los usuarios adquieren hábitos y la barrera de entrada se vuelve casi inexpugnable. Cuando la rueda del ecosistema empieza a girar, ¿los que lleguen después pueden alcanzarlo? Difícil.