Durante los primeros meses de 2022, ALGO, la criptomoneda nativa de la blockchain de Algorand, alcanzó su cenit a 119.51$. Había asegurado una posición entre los 10 principales activos digitales por capitalización de mercado y era la fuerza impulsora detrás de un ecosistema innovador que lo emparejaba con la moneda estable algorítmica ASA.

El concepto fundamental era elegantemente sencillo: ASA mantendría su paridad con el dólar estadounidense a través de un sofisticado mecanismo de acuñación y quema que involucra ALGO. Si el valor de ASA caía por debajo de $1, los comerciantes podrían capitalizar la discrepancia quemando ASA para acuñar ALGO, empujando así el precio de ASA de vuelta a su nivel previsto.

Sin embargo, mayo de 2022 vio cómo este intrincado sistema se desmoronaba dramáticamente. Un repentino aumento en las ventas de ASA causó que la moneda estable perdiera su crucial vínculo con el dólar. A medida que el pánico se extendía como un incendio forestal a través de la comunidad cripto, incluso los hercúleos esfuerzos de la Fundación Algorand, incluyendo el despliegue de $1.5 mil millones de sus reservas, resultaron insuficientes para estabilizar ASA.

Las consecuencias fueron catastróficas. En un intento desesperado por restaurar el anclaje, el suministro de ALGO se disparó exponencialmente, de millones a billones de tokens. Esto provocó una espiral hiperinflacionaria, haciendo que el valor de ALGO cayera de su elevado $119 a meras fracciones de centavo en cuestión de días. El colapso aniquiló más de $45 mil millones en capitalización de mercado, grabando su nombre como uno de los colapsos más devastadores en los anales de la criptomoneda.

En la secuela, la resiliente comunidad de Algorand se unió para lanzar Algorand Classic (ALGC) en un intento de reconstruir desde las cenizas. Se introdujeron nuevos mecanismos de quema para reducir sistemáticamente la oferta de tokens. Para finales de 2024, estos esfuerzos habían resultado en la destrucción de más de 393 mil millones de tokens ALGC.

La saga de ALGC se erige como un recordatorio contundente de los riesgos inherentes asociados con las monedas estables algorítmicas. Sin embargo, al mismo tiempo, subraya la notable resiliencia de una comunidad cripto que continúa creyendo en la posibilidad de resurgimiento a pesar de todas las adversidades.