El rango sensorial humano es una estrecha franja del mundo físico. Para la visión, los humanos detectan solo ondas electromagnéticas dentro de aproximadamente 430–790 terahercios, que corresponden al espectro de luz visible desde el violeta hasta el rojo. Fuera de este rango se encuentran la luz ultravioleta, los rayos X, los rayos gamma, el infrarrojo, las microondas y las ondas de radio—fenómenos invisibles para nosotros pero detectables con instrumentos. De manera similar, la audición humana está restringida a frecuencias entre aproximadamente 20 hertzios y 20 kilohertzios, con la sensibilidad disminuyendo con la edad, particularmente para frecuencias más altas.
Esta limitación significa que la mayor parte de la información lumínica y sonora del universo es imperceptible para los humanos sin ayuda tecnológica. Muchos animales superan con creces estos rangos: las abejas pueden ver patrones ultravioletas en las flores, las serpientes pueden detectar firmas de calor infrarrojo y los elefantes se comunican con rugidos infrasonidos por debajo de la audición humana. Estas comparaciones subrayan cómo los sentidos humanos evolucionaron para satisfacer necesidades de supervivencia, no para capturar el espectro completo de la realidad.
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El rango sensorial humano es una estrecha franja del mundo físico. Para la visión, los humanos detectan solo ondas electromagnéticas dentro de aproximadamente 430–790 terahercios, que corresponden al espectro de luz visible desde el violeta hasta el rojo. Fuera de este rango se encuentran la luz ultravioleta, los rayos X, los rayos gamma, el infrarrojo, las microondas y las ondas de radio—fenómenos invisibles para nosotros pero detectables con instrumentos. De manera similar, la audición humana está restringida a frecuencias entre aproximadamente 20 hertzios y 20 kilohertzios, con la sensibilidad disminuyendo con la edad, particularmente para frecuencias más altas.
Esta limitación significa que la mayor parte de la información lumínica y sonora del universo es imperceptible para los humanos sin ayuda tecnológica. Muchos animales superan con creces estos rangos: las abejas pueden ver patrones ultravioletas en las flores, las serpientes pueden detectar firmas de calor infrarrojo y los elefantes se comunican con rugidos infrasonidos por debajo de la audición humana. Estas comparaciones subrayan cómo los sentidos humanos evolucionaron para satisfacer necesidades de supervivencia, no para capturar el espectro completo de la realidad.